Fui parte del grupo de música de diversas iglesias desde 1999 hasta el 2015. Vi a muchas personas sumarse porque querían aprender a cantar, querían servir a Dios y otros porque querían obtener reconocimiento.
Así como sucedía con cantantes y músicos, sucedía con profesores de la escuela bíblica, también con predicadores y con quienes arreglaban las flores. Muchos querían ser vistos, aplaudidos. Aunque lo que hacían era necesario, su actitud no era la adecuada.
La iglesia no es un escenario, no es una tarima, no es un trampolín para tu futura carrera artística. Es la comunidad que Cristo estableció para darse a conocer a otros. Una comunidad multidisciplinaria, en la que sirve el pianista y el cirujano, así como el barrendero y el predicador. Una familia en la que todos se miran en horizontal y no en vertical.
¿Cuál es tu actitud al servir?
Hay muchas personas que pueden limpiar, tocar un instrumento, exponer un pasaje bíblico. Eres útil, pero tu actitud puede volverte vulnerable al hambre de poder, al deseo de fama y gloria. Es muy fácil deslizarnos ante aquella voz que nos invita a recibir los aplausos y la gloria que no es nuestra.
Luego el diablo lo llevó a la cima de una montaña muy alta y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria que hay en ellos.
—Te daré todo esto —dijo— si te arrodillas y me adoras.
—Vete de aquí, Satanás —le dijo Jesús—, porque las Escrituras dicen:
“Adora al Señor tu Dios
y sírvele únicamente a él”.
-Mateo 4:8-10 (Versión NTV)
Lee más reflexiones de Jimmy Sarango en www.jimmysarango.com