Muchas veces hice «oraciones» agradeciendo por no ser tan pecador como otros. En lugar de hablar o escuchar a Dios, presumía de mis supuestas buenas obras. Tuvo que pasar años para darme cuenta que oraba como Jesús había dicho que no lo hiciera.
Cuando ores, no hagas como los hipócritas a quienes les encanta orar en público, en las esquinas de las calles y en las sinagogas donde todos pueden verlos. Les digo la verdad, no recibirán otra recompensa más que esa. Pero tú, cuando ores, apártate a solas, cierra la puerta detrás de ti y ora a tu Padre en privado. Entonces, tu Padre, quien todo lo ve, te recompensará.
Hay varias reflexiones que extraigo sobre la oración:
- La oración es un tiempo de identidad con Dios, porque empezamos a ser uno con Dios
- Ese tiempo transforma nuestra vida. Por ejemplo, la historia de Zaqueo. Jesús dijo “hoy ha llegado la salvación a esta casa”. No hubo oración de fe, un creer con tu corazón. No es la boca.
- Nos permite reconocer que Dios es más grande que nosotros
- Nos permite vivir la vida del rey, no por un día, sino para siempre.
- Cuando te arrodillas para orar, no puedes levantarte de la misma manera.
- La oración es un momento de transformación.
- A Dios le va mejor como rey que a nosotros.