Como seres humanos tenemos una enfermedad final llamada muerte. El porcentaje de mortalidad actual de las personas es 100 por ciento. A menos que Cristo regrese pronto, todos vamos a morir. En todo el mundo, 3 personas mueren por segundo, 180 por minuto, y casi 11.000 por hora. Si la Biblia está en lo correcto en cuanto a lo que nos sucede después de la muerte, quiere decir que todos los días más de 250.000 personas van al cielo o al infierno.
Al respecto, el autor bíblico y rey de Israel, David, dijo: “Hazme saber, Señor, el límite de mis días y el tiempo que me queda por vivir; hazme saber lo efímero que soy. Muy breve es la vida que me has dado; ante ti, mis años no son nada. Un soplo nada más es el mortal” (Salmo 39:4-5). Dios usa el sufrimiento y la muerte inminente para desligarnos de este mundo y para que nuestras mentes estén enfocadas en lo que está más allá.
Jesús vino para librarnos del temor a la muerte “para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—, y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida” (Hebreos 2:14-15). En vista de la futura resurrección de los muertos, el apóstol Pablo pregunta: “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” (1 Corintios 15:55). ¿Qué es lo que nos libra del temor a la muerte? ¿Qué es lo que remueve el aguijón de la muerte?
Solamente una relación con la persona que murió en una cruz en nuestro lugar, quien además ha ido a preparar un lugar para que nosotros vivamos con Él, es la clave de la vida. Ese proceso empieza ahora, como una propuesta de transformación, no de escapismo de la realidad, sino como un proyecto de vida que empieza a hora y se proyecta por la eternidad. Jesús dijo: Yo soy el que da la vida y el que hace que los muertos vuelvan a vivir. Quien pone su confianza en mí, aunque muera, vivirá. Además, agregó: Yo he venido para que todos ustedes tengan vida, y para que la vivan plenamente. También Jesús afirmó: Les digo la verdad: si alguien oye mis palabras y cree en el que me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, porque ya ha pasado de la muerte a la vida. Si lo crees, el poder la vida está en tus manos, en tu boca, en tu visión.
(Artículo adaptado de un fragmento del libro “El Cielo” de Andy Alcorn)