Todos nosotros hemos escuchado frases como: “así nací y jamás cambiaré”, “así soy y hasta la muerte seguiré siendo lo que soy”, “genio y figura hasta la sepultura”, “me gusta como soy y no pienso cambiar”, “soy así y punto”, entre tantas otras parecidas. Excusas recurrentes de personas que están teniendo acciones incorrectas o comportamientos que están mal. Por ejemplo: arranques de irritabilidad incontenidos, dejar la ropa sucia por toda la casa, mantenerse en infidelidad, llegar tarde a todo lugar, y más.
Estas frases son definitivamente una mentira. Varios estudios, entre ellos uno realizado en 2013, por el Centro de Investigación de Oregón, publicó los resultados de un seguimiento de 40 años a 2.000 personas, demostrando que la personalidad (la forma en que pensamos, sentimos, nos comportamos e interpretamos la realidad) está sujeta a una serie de cambios a lo largo de la vida, sobre todo en la adolescencia y entrada en la madurez, aunque también en edades más avanzadas.
Entonces, si nuestro entorno varía y buscamos conscientemente lograr un cambio podemos conseguirlo; es tener la voluntad de querer hacerlo. Uno puede adquirir las habilidades para ser puntuales, superar la tendencia al desorden o ser fiel al cónyuge.
Ahora, como hijos de Dios estamos llamados a no conformarnos a este mundo. Es decir, no caminar en vicios, en deleites placenteros de la carne, con egoísmos; que nos apartan de las cosas que son dignas, verdaderas, respetables, justas, puras y amables.
Estamos llamados a ser diferentes, a dejar nuestro antiguo yo, para crecer como seres humanos, como hijos de Dios, llamados a marcar el mundo con fe, esperanza y amor. Ahora, podemos contar con ayuda celestial, para lograr este cambio, si le permitimos al Espíritu Santo actuar en nuestra mente y corazón.
En vez de ser conformados a este mundo deberíamos de ser transformados. Ahora, ser transformado significa cambiar de forma, convertirse en algo diferente. ¿Entonces cómo debería ser nuestra nuevo ser? La respuesta es simple: CRISTO. Como Pablo dice en Gálatas 4:19 “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”.
Ese cambio se lleva a cabo mediante la renovación de la mente y depende de cada uno con cuál opción vamos a programar nuestro caminar en la vida: las cosas que no tienen buen fin, que son momentáneas; o las cosas que transcienden en valores, principios y amor. Solo se requiere de tener la voluntad y el compromiso de hacerlo.