Espero que en el cielo existan televisores de última tecnología, pues me encantaría poder ver en estos aparatos electrónicos las historias maravillosas de la Biblia.

Es innegable la cantidad de historia escrita en la Biblia. Narraciones que nos cuentan de otras culturas, tiempos, y lugares. Por ejemplo, lo que sucedió con David cuando enfrentó a Goliat, o el momento en que Noé salió finalmente del arca. Me pregunto si sus piernas se tambalearon por unos días después de permanecer tanto tiempo en el arca. El episodio con los pastores en la primera Navidad, quienes primero estaban aterrados al ver a los ángeles y luego postrados adoraron a un Rey, todo en cuestión de horas.

Estos hechos no son solamente historias; son eventos registrados por la mano de Dios en Su creación y en la historia humana. Moisés dijo a los israelitas que conocer a Dios de esta manera era un verdadero honor. Así lo expresó: “Mirad, yo os he enseñado estatutos y juicios tal como el SEÑOR mi Dios me ordenó.  Porque, ¿qué nación grande hay que tenga un dios tan cerca de ella como está el SEÑOR nuestro Dios siempre que le invocamos?”   (Deut. 4:5, 7 LBA)

La oportunidad de conocer a Dios y tener una relación con Él era inaudita en los tiempos antiguos. Las naciones alrededor de Israel creían en muchos y diferentes dioses, aunque ninguno de ellos realmente se preocupaba por la gente. Por el contrario, el Dios de Israel-nuestro Dios- elige revelarse, ser conocido y tener una relación con nosotros.

Nuestra pasión por conocer a Dios debe ser precedida por nuestra pasión por conocer Su Palabra. Solo la Biblia puede decirnos quién es Dios, la forma en la que nos ama y cómo podemos relacionarnos con El. Nos cuenta de Sus maravillas, Su gracia, Su misericordia y Su perdón. Aprenda a amar la Palabra de Dios. Inculque en sus hijos la pasión por su estudio. ¡Ame al Dios que se ha revelado a nosotros!