Los hombres rara vez hablan abiertamente de ninguna cosa muy personal, ni expresan libremente sus emociones. Aunque la mayoría de los hombres lo negarían categóricamente, sufren igual que las mujeres el efecto de las pérdidas, el rechazo y el fracaso. Pero es probable que ellos cubran sus heridas y aguanten su dolor, mientras las mujeres encuentren más fácil enfrentar sus heridas y exteriorizar su dolor. Debido a esto, los hombres tienden a experimentar más tiempo su sufrimiento y sus heridas emocionales no sanan por completo.
A veces tratan de mitigar sus heridas con el trabajo y/o las distracciones. El hombre no se siente cómodo hablando de su dolor porque lo ve como una señal de fracaso o incompetencia. Consideran que hablar de sus dificultades es arriesgarse a ser avergonzados y a perder el respeto. En vez de sacar a relucir sus heridas y fracasos, se enojan, controlan o exigen. Cuando se sienten vulnerables es cuando a menudo se vuelven más defensivos. Por ello la mayoría de los hombres suelen rechazar cualquier forma de consejería, a menos que las cosas se hayan salido de control y parezca no haber otra opción.
En todo caso, aunque no se muy natural en el hombre expresar sus emociones, es terapéutico compartir los problemas personales con amigos, maduros en su carácter, que lo puedan ayudar. La Biblia lamenta que un hombre no recurra en apoyo cuando lo necesita, por ello inspiró al sabio Salomón a decir: “¡pobre del que cae y no tiene quien lo ayude a levantarse!” Eclesiastés 4:10 TLA.