Desde el principio fuimos diseñados para vivir en comunidad. Dios, al crear a Adán notó que era inútil que estuviese solo; no podría servir a su Creador, sin una compañera que le ayude. Entonces Dios creó a Eva y fue así que se estableció la primera familia.
No debería sorprendernos entonces, ver que Dios usa imágenes familiares para ilustrar nuestra relación con Él. Somos adoptados en su familia (Ef.1: 5), y ahora somos Sus hijos e hijas (Gálatas 4: 5). Nuestra comprensión más íntima de Dios como Padre, y la iglesia como Su cuerpo, es experimentada primero en la familia. Jesús usó muchos escenarios familiares para enseñarnos sobre la vida en Su Reino.
Cualquiera que sea nuestro rol; de padres o hijos, el mayor desafío es crear un ambiente en nuestros hogares que se parezca a un pequeño paraíso en la tierra. Sin nuestra humilde dependencia del Espíritu Santo, sería imposible reflejar el amor, la compasión y la justicia de Dios. Afortunadamente no estamos solos. Efesios, capítulo 6 nos da claridad sobre la naturaleza de las relaciones familiares para maridos, esposas e hijos. Pero a menudo olvidamos que este pasaje está precedido por el capítulo 5:18 que dice: «Llénense del Espíritu». Aunque hay muchas perspectivas sobre lo que significa «llenarse» o “ser llenos”, la proximidad de los capítulos 5 y 6 nos ayuda a entender que una parte significativa de esa llenura se expresa en las relaciones familiares sanas.
Tal vez la mejor imagen de la intimidad familiar y la interdependencia se encuentra en Jeremías 32:38 que dice: «Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.» Como una familia. Juntos. ¡Ser una familia con Dios!