Durante un descanso en el ensayo de un desfile de navidad, un niño se acercó corriendo al Pastor y le dijo: “Soy uno de los reyes magos”.
¿De verdad?, le preguntó el Pastor. “Parece que estás muy contento por eso.” Sí, mucho”. Le contestó el niño.
“¿Y qué tiene de bueno ser un rey mago?”, le preguntó el Pastor.
El niño le respondió rápidamente: “Me toca llevar el oro… y no tengo que cargar con ninguna oveja maloliente”.
El escritor Charles Stanley, cuenta esta historia en su libro Caminando Sabiamente, para decirnos que en nuestro mundo de hoy parece que mucha gente tiene ese mismo punto de vista sobre la sabiduría: creen que tener sabiduría consiste en la habilidad de “llevar el oro”, de llevar una vida placentera y cómoda, y de evitar toda asociación con algo desagradable.
Charles Stanley continúa diciendo: yo creo que la Palabra de Dios nos encamina a una definición diferente de la sabiduría:
La sabiduría es la capacidad de ver las cosas desde la perspectiva de Dios, y de responder a ellas según los principios bíblicos. Dicho de otra forma, la sabiduría consiste en buscar opiniones celestiales en circunstancias terrenales.
El consejo bíblico escrito por el apóstol Pablo es el siguiente: Así que tengan cuidado de cómo viven. No vivan como necios sino como sabios. Saquen el mayor provecho de cada oportunidad en estos días malos. No actúen sin pensar, más bien procuren entender lo que el Señor quiere que hagan.
Esto nos lleva a tomar la decisión de buscar la sabiduría. Es cuestión de cada uno, determinar cómo pasaremos por la vida. La sabiduría no es algo con lo que uno se tropieza, o que adquiere automáticamente; hay que buscarla y perseguirla. Si quieres adquirir esta clase de sabiduría, corre a los pies de Jesús y reconócelo como Señor y Salvador te tu vida.