Hay muchas historias en la Biblia que me impactan mucho entre ellas la del sacerdote Samuel, que desde muy pequeño fue entregado al servicio del Señor.
En esa época la imagen de los sacerdotes que ministraban la presencia de Dios era decadente, por la reputación que los hijos del sacerdote Elí se habían ganado. Samuel estaba siendo instruído en el mismo lugar donde se estaban cometiendo tantas faltas.
A veces las personas se preguntan cómo es posible servirle a Dios en medio de corrupción, pues la verdad es que sí, como lo hacía Samuel. Hace miles de años ocurrió eso y hoy la maldad ha aumentado en los hombres también, por lo tanto no deberíamos asombrarnos y mucho menos escandalizarnos cuando sucede algo con algún líder o pastor y menos poner como excusa ese incidente para alejarte de la iglesia.
Creo que es normal encontrar actidudes malas, desaprobadas en otras personas porque también las hay en nosotros, pero eso no debe desencadenar en murmuración o rebeldía con la autoridad de la iglesia y menos con Dios. Si vas a la iglesia y encotraste algo malo en alguien y eso te impide seguir, dejame decirte que no estas yendo a la iglesia en busca de Dios sino tras el hombre.
En el caso de Daniel él se desenvolvía en un ambiente donde la corrupción era evidente y grave pero él servía Dios y a los sacerdotes aunque no tuvieran un buen testimonio. Porque lo que él buscaba realmente era agradar a Dios. Cada que leo su historia siento que falta mucho en el pueblo de Dios pero primero que todo en mí.
En este nuevo año propongámonos hacer las cosas bien a pesar de que muchas personas no lo hagan, recordemos siempre que lo más importante es agradar a Dios, poner la mirada en él y no en el hombre que es imperfecto.