Jugemos a la asociación de palabras. Yo digo «San Valentín», ¿en qué piensas?
Probablemente en corazónes, en amor, en parejas, en dulces, colores rojos y rosados…
Pero no piensas en milagros, en muertes o en el Imperio Romano.
Historia:
No hay fuente completamente cierta sobre ésta historia. Lo más probable es: San Valentín fue un clérigo romano en el siglo III. Desafió al emperador Claudio y fue golpeado y decapitado. Valentín era cristiano.
La parte interesante de la historia es probablemente la menos real:
Se dice que en ése tiempo el emperador necesitaba incrementar su ejército pero sólo reclutaba hombres solteros. Por lo cual Valentín decidió casar parejas en secreto para evitarles ir a la guerra. ¡Qué hermosa muestra de valentía en defensa del amor! Pero a causa de su acto desafiante al emperador fue arrestado y antes de ser decapitado sano a una niña de su ceguera. Gracias a él muchos salvaron sus vidas y llegaron a convertirse al Cristianismo.
¿Entonces qué debería ser el Día de San Valentín?
El 14 de Febrero debería ser un día para conmemorar la vida de un hombre que trabajó por los valores del Reino de Dios. Un hombre que ante la tiranía y opresión encontró la manera de mejorar la vida de otros. Dejó que el amor prevaleciera y fué una luz en la oscuridad.
¿Por qué lo celebramos con flores y cenas románticas?
Porque las reuniones de iglesia no venden tantas flores, chocolates, joyas y tarjetas de regalo como lo hace una «celebración del amor». No está mal celebrar el amor que hay entre tu y tu pareja, o que tienes por tus amigos o que tiene tu familia por ti. Pero pensemos en que hay más detrás de ésta fecha.
Cuando celebres el 14 de Febrero. Recuerda que el verdadero amor celebrado en San Valentín es el de un martir. Un hombre que estuvo dispuesto a morir por el amor. Por mostrar a sus amigos que Dios es lo más importante. Que murió por ayudar a sus amigos a tener una vida mejor.
Juan 15: 13
Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.