¿Alguna vez luchaste con la duda? Seamos honestos… a todos nos ha pasado. La duda afecta la vida de muchos creyentes. Eso me incluye y te incluye a ti que estás leyendo este artículo.

Tal vez ha pasado mucho tiempo desde tu conversión, y realmente ya no estás seguro de todo lo relacionado a Dios y a Jesús. Tal vez eres una persona lógica y razonable, y la fe no tiene sentido para ti en este momento. Quizás eres una persona bastante emocional y no puedes recordar la última vez que sentiste la presencia de Dios.

No importa en qué parte del viaje de la duda te encuentres, puede resultarte útil tener en cuenta estas tres cosas:

  1. No niegues ni le temas a tu duda

La duda no es la ausencia de fe, es… en mi opinión, un paso necesario en el camino de la fe. De hecho, tus dudas pueden conducirte al crecimiento espiritual y la madurez. Puede ser un momento en el que pasas de la fe heredada de tu familia, a ser dueño de tus creencias de manera profunda, personal y real.

He descubierto en mi vida que tras un tiempo difícil lleno de dudas y de interrogantes hacia Dios, es donde más han crecido mis creencias y fe. Mientras luches con todo ello, asegúrate de estar haciéndolo junto a Dios, cerca de Él, no lejos. Pídele que te abra los ojos a Su verdad y que te ayude a entender Su perspectiva.

  1. Duda de la duda.

¿Por qué darle a tu duda una cortesía que no le das a tu fe? ¿Tu duda es tan convincente que no puede ser cuestionada?

Cuando pasemos por momentos de duda, también debemos asegurarnos de ser críticos con ella. La duda generalmente no ofrece una mejor solución; simplemente molesta lo que ya tenemos. Como cristianos, debemos estar seguros de que las verdades centrales de nuestra fe nunca serán superadas por nuestra duda.

  1. Alimenta tu fe

Podemos alimentar nuestra fe con la Palabra de Dios, en lugar de alimentar la duda con las mentiras del diablo. Pasar tiempo con personas que alimenten nuestra fe, nos alentará a seguir creyendo. La Biblia define la fe como «la sustancia (certeza) de las cosas que se esperan» y «la evidencia (convicción) de las cosas que no se ven» (Hebreos 11:1). No creemos simplemente porque queremos creer. Creemos porque hay buenas y sólidas razones para hacerlo.

No seas un cristiano perezoso… resístete a tener una actitud pasiva y apática. Determínate activamente a alimentar tu fe para que crezca. Nunca te rindas, ¡solo así vencerás la duda y la incredulidad!

Estoy convencido de que dudar de nuestra fe no solo es normal, sino que también puede ayudarnos a crecer.

No es algo malo; es algo humano y es parte del proceso de tu fe personal. Así que, celebra este viaje, aprende todo lo que puedas de él. Mantente cerca de Dios y de las personas en las que confías.

¡Que este proceso ayude a que tu fe crezca!