La visión es el sentido por medio del cual obtenemos la mayor parte de la información del mundo que nos rodea. En este proceso están implicados los fotorreceptores, unas células especializadas, sensibles a la luz y localizadas en la retina.
Gracias a este proceso podemos distinguir formas, colores, tamaños y movimientos que nos ponen en contacto con el exterior. En definitiva, un proceso que permite desenvolvernos en los quehaceres de la vida diaria.
Pero, todo este sistema es un enorme complejo estructural y funcional que lo hace vulnerable a padecer diversas alteraciones retinianas e incluso la ceguera. Patologías que pueden ser provocadas por más de 200 mutaciones genéticas diferentes.
Todo esto, despierta un considerable interés por el desarrollo de tecnologías que ayuden a restaurar la función visual. Existe una extraordinaria variedad de terapias de recuperación de la vista que están comenzando a ensayarse clínicamente y a implantarse en pacientes.
Sin embargo, no se conoce, con exactitud, la percepción visual que tendrán los pacientes sometidos a estos implantes. Este desconocimiento obliga a desarrollar modelos sofisticados que permitan, a los profesionales, saber qué es lo que la gente, realmente, percibe del exterior.
Jesús está profundamente preocupado por nuestros ojos. Esto lo podemos comprobar en la desconcertante declaración que hizo: «La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas.