Hace diez años atrás creí tenerlo todo: me gradué en Economía y Administración. Tenía una familia, un auto, una casa y estuve al frente de un negocio familiar; sin embargo, la inexperiencia, la falta de conocimiento, el miedo, pero sobre todo el NO tener una relación con Dios me llevó a tomar decisiones incorrectas. Deudas insostenibles que tenían un grado complicado de solución, me llevaron a la angustia y a caminar en un aparente callejón sin salida.

Fue  ese preciso momento en que Dios con su amor infinito y su misericordia me rescató. Dios tiene un plan y un propósito para nuestras vidas, tal vez no sabemos cuál es en este momento, pero podemos estar seguros que los caminos y pensamientos del Señor son más altos que los nuestros, ¡más alto que los cielos sobre la tierra! Isaías 55:8-9

Esta historia no se trata de mí, sino de Dios, de Jesucristo el Hijo de Dios.   

¿Permitimos que Dios nos muestre su poder? ¿Rendimos nuestra vida a sus enseñanzas financieras? En Su palabra está escrito  “…no vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto”. Romanos 12:2. En este contexto, vemos la importancia y la necesidad de cambiar conceptos equivocados por conceptos eternos, de cambiar hábitos que sumen y no resten, por ejemplo: elaborar un presupuesto, orar antes de hacer una compra o de priorizar los gastos de nuestro hogar o negocio.

¿Hacemos Su voluntad que es buena, agradable y perfecta? ¿Por qué nos desviamos de su camino?, ¿Creemos realmente en su provisión: que Él suplirá nuestras necesidades? Todas estas inquietudes nos llevan a hacer una introspección sobre la manera en cómo manejamos los recursos que Dios nos ha encargado. Como lo menciona Larry Burkett: “la forma en la que manejamos nuestro dinero es una expresión de una condición espiritual interna”.

No es fácil salir de las deudas y de  aprietos financieros. Es un proceso. Es caminar día a día en Sus preceptos y estatutos, a Su manera… Es transitar disciplinadamente bajo Sus principios eternos. En fin… ¡Es dejar que Dios sea parte de nuestra ecuación!

 

Escrito por: Yessica Noroña, Instructora en Finanzas Personales.