He repetido muchas veces la oración de Mateo 6. Amigos míos recitaron la frase para ser absueltos de sus pecados. Pero ¿es el Padre Nuestro una penitencia? No. Es la oración que Jesús compartió con sus discípulos, un ejemplo y referencia de quién es Dios, cuánto nos ama, y cómo podemos acercarnos a él.
Jesús empieza diciendo Padre nuestro. No mío, sino nuestro. Empieza orando por todos, no solo por él. En una época de individualismo, él ora por todos. Además, reconoce la paternidad de Dios. Mientras muchos lo veían como un guerrero, como un juez implacable, su hijo le dice Papá. Cuánto amor nos demuestran las dos primeras palabras de esta oración.
Luego reconoce la supremacía y soberanía de Dios al decir que está en los cielos, el lugar más alto que conocían o imaginaban los judíos. No hay nadie más alto que él.
Algo que me rompe la cabeza es leer venga tu reino. Si Rambo estableciera su reino, todos nos sentiríamos protegidos. Si un superhéroe estableciera su reino, nos asombraríamos. Hemos perdido la capacidad de asombro delante de Dios. Imaginamos su reino como si fuera un conjunto de nubes, sin darnos cuenta que el reino de Dios, o el reino de los cielos como está en Mateo, es un reino justo, poderoso, que trae sanidad, restauración.
Y quiero terminar esta pequeña reflexión hablando del hágase tu voluntad. Jesús confía tanto en su padre que no le pregunta su voluntad, no le pregunta sus planes. Confía tanto que le da una carta de autorización plena para ejercer su soberanía y poder.
Hay mucho más para hablar, tu puedes completar la reflexión sobre el resto del Padre Nuestro. La clave es entender que no es algo para recitar, sino para vivir.
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