A nadie le gusta cometer errores, y es natural. Cuando somos jóvenes, los errores eran un “no-no” de nuestros padres y simplemente no podían ser aceptados. A medida que pasan los años, el sentimiento de aprensión asociado con cometer errores se ha quedado impregnado en nuestra mente. Pero el fracaso puede ser instructivo, y no siempre necesitamos protegernos de él. Aquellos que pueden aceptar los errores encuentran un tremendo crecimiento personal. Siempre hay alguna joya que se encuentra en el error.
Los errores:
Nos despiertan.
Nuestros errores nos hacen prestar más atención y nos muestran que tenemos que arreglar algo que está mal en nuestras vidas. De hecho, a veces los errores nos permiten mirar la vida desde otra perspectiva.
Hacen que te enfrentes a ti mismo.
Debes estar dispuesto a decirte a ti mismo “estás mal”, después de cometer un error. Usualmente cuando erramos, tendemos a culpar a alguien y esto te hace sentir bien, por un rato; pero vivir en negación te lleva al enojo. Es necesario admitir que te equivocaste.
Te permiten animar a otros.
Mencioné sobre ser honesto contigo mismo, pero admitir tus errores a otras personas les animan a enfrentar los suyos y saber que no son los únicos que fallan.
Enseñan una lección.
Da un paso atrás y mira el panorama general porque cuando estamos mirando algo demasiado cerca, a veces nos perdemos en los detalles.
Siempre hay algo de valor que se puede extraer de un error. El fracaso te ayuda a volver a la realidad y te permite estar más fundamentado. Si deseas hacer espacio para la felicidad, aprende la lección y corrige.
Los errores no tienen que ser algo totalmente malo. Te pueden ayudar a aprender, crecer y ser más fuerte. Una vez que aprendas a aceptar tus errores, pueden ser utilizados como un trampolín para hacerte una mejor persona.