A ustedes, gracias.
Quiero hablarles a ustedes. Sí, saben quiénes son. Es solo un pequeño mensaje que ha sido fruto de una reflexión. Si recuerdan, un día sin planearlo, nos conocimos, sin saber que Dios nos tenía diseñado un caminar de su mano.
Gracias por existir, gracias por caminar a mi lado. Gracias por decirle sí a Dios y por un buen día mostrarme ese amor, no solo con palabras sino con sus propias vidas.
Yo sé que no ha sido fácil en muchos momentos, pero gracias por no desistir conmigo! Por su entrega, por ofrecer su amistad sin reservas, por cada acto de amor que han tenido.
Gracias por cada palabra de ánimo, por cada corrección, por cada risa compartida, lágrima sostenida, palabra de aliento. La vida se hace más fácil si se vive en familia y eso son ustedes para mí.
Bien dice la biblia que quien ha encontrado un amigo ha encontrado un tesoro, y yo los he encontrado a ustedes, y cada uno en particular, es un tesoro para mí. Cada uno es edificante hasta con sus risas y chistes extraños.
En el camino vamos conociendo a diferentes personas, unas se quedan, otras se van… Pero todas nos enseñan algo, algunas a conocernos, a identificar qué queremos en la vida, a perdonar y pedir perdón. Sin embargo, hay un tipo de personas que se distinguen entre todas.
Esas que te enseñan tu valor, que parecen que son un verdadero ángel que Dios nos regala para ser felices, esas personas que te enseñan a amar y dejarte amar, tal cual eres. Son mejor conocidos como amigos, hermanos. Ustedes son verdaderos amigos y hermanos que Dios, en su infinito amor, me ha querido regalar. ¡Qué bendición es vivir a su lado!
Quiero ser eso que ustedes fueron y son para mí, una palabra a tiempo, un café oportuno, una conversación que me permitió conocer al que sana y libera, a Jesús.
Gracias, por tanto.